¿Por qué llorar al nacer? | Karina Dustin

El nacimiento del amor.

Cuando salimos del vientre de nuestra madre (sea por un parto natural o una cesárea), lo primero que hacemos es llorar. Yo, siempre me he preguntado el por qué lloran los bebés cuando nacen. Como estudiante de medicina, sé su explicación científica: el recién nacido debe llorar para desarrollar sus pulmones ante el nuevo aire y mundo que le espera. Bien, eso está claro. Pero… ¿qué sucede si le buscamos el sentido espiritual, a nivel de nuestra alma y sentimientos más profundos? 

Si yo fuera un bebé, ¿por qué lloraría al nacer? Aunque sepa que estoy saliendo a un nuevo mundo, donde todo se ve enorme y hay mucho ruido, mucha gente y mucho alboroto, ¿por qué lloro? 

Porque no quiero dejar a mi mamá. Porque con ella me siento protegida. Dentro de su cómoda barriguita me balanceo de un lado a otro mientras siento como ella se ríe por mis movimientos. Su risa… la risa más hermosa que he escuchado nunca, la que siento que me abriga y me atrapa para tranquilizarme cuando me siento incómodo o inquieto. Sus cantos cuando estoy llorando en su interior, preocupado por ella cuando se siente triste.

El mundo se ve frío afuera y nada calmado. Aún con mis ojos de recién nacido cerrados siento como existe gente que va a querer hacer mal hacia ti en tu vida. Y lloro para advertirles a todos de eso, porque no puedo hablar.

¿Y por qué lloraría al nacer?

En el fondo, aunque sé que no perderé a mi madre porque estaré en sus brazos próximamente (en la mayoría de los casos), también sé que estoy destinado a estar sin ella en algún momento. Sé que ella se irá de mi lado cuando sea mayor y que me dejará perdido en el mundo aunque me haya enseñado todo lo que sabe. Así que, ¿qué sentido tiene saber todas estas cosas?

Que existe un sentimiento más grande y más puro que todas las advertencias, todos los miedos, todas las adversidades y todas las verdades: El amor.

Nací llorando para tomar oxígeno, para pedir a mi mamá de vuelta, para advertir acerca del mundo bello y cruel que se avecina, para entender que mi madre se iría algún día. En pocas palabras… lloré por amor.